sábado, 22 de noviembre de 2008

La poseída.

Nos impactamos
de una manera dulcemente violenta,
porque nos gustaba volver
a nuestro pasado

de incubo y doncella,
a los pequeños hilos de sangre
corriendo entre los dientes,
y por el jardín merodeando,

esa noche, el lobo
devoró tu vergüenza
y lamió tus heridas.

miércoles, 22 de octubre de 2008

El hombre que se prefirió vivir un sueño:

Él conoció una vez, a la mujer que lo haría feliz. Besó y le hizó el amor a muchas otras, pero jamás pudo estar con la que realmente le importaba. Estaba ahí esperándolo, pero jamás tuvo valor. Los años vinieron. Ella seguía allí a la espera, hasta que obviamente se cansó. Entonces cada uno tomo un rumbo. Cobardemente conoció una mujer que lo hacía sentir vacío y triste, pero con quién por lo menos no se sentía solo. Formó su propia familia a la que nunca pudo darle amor, solo un miserable cariño que fabricaba día a día. Ella todavía seguía ahí esperándolo, en su cabeza, en lo hondo de su pecho. Cuando terminaba de hacer el amor con su esposa, ella aparecía a hurtadillas por detrás de su oído y le susurraba que se durmiera repitiendo su nombre, entonces el se entregaba a sus brazos. En los sueños él si iba a su encuentro. Se besaban desenfrenados. La tomaba del cuello con las manos, apretándola contra sus labios, con una pasión que nunca había sentido antes. Sentía su perfume, o por lo menos el aroma que imaginaba para ella. Después mirándola a los ojos en el momento en que culminaba su fuego, despertaba. Así fueron sus años. Esperaba la noche para el reencuentro. En ocasiones, le parecía una eternidad esperar el anochecer por lo que adelantaba su reunión en siestas. Eran fugaces, pero un hermoso aliciente; sobre todo para esas noches en la que ella nunca se presentaba. Despertaba con un mal sabor a decepción, eran días amargos. Un día por fin junto valor. Sabía donde encontrarla. No fueron necesarias palabras. Solamente se miraron como en su sueño. Él la tomo por la cintura y como de adentro de un sarcófago fluyeron años y años de espera. Sintió su sabor, se perdió en su perfume, en el calor de su mano acariciándolo. Cuando todos los refucilos se apaciguaron, se miraron y defraudado no pudo hacer otra cosa que correr. Ya en su casa, se desvistió y tragando dos pastillas encontró el sueño. Y ahí volvió a verla a su amada, perfecta, como el la quería, esperándolo con sus caricias su perfume, sus besos tibios.

lunes, 6 de octubre de 2008

Mis Manos.

Acá están mis manos amarillentas y secas como unas fotos sepia. Ya un tanto por la nicotina y otro por el tiner. Se curtieron solas por los años que no vinieron. Ahí están acariciando las cuerdas de nylon de una criolla. Con un cigarro atrapado en el clavijero, y el humo zigzagueando en mi flequillo. Ensuciando la voz que brota, desterrando a las palabras que reviven todo el tiempo en mi paladar. Al borde del balcón, mirando como a todas las estrellas del horizonte se las tragan las luces de autopista. Está es mi manera de decirte que cuando a mi envase lo deprede el tiempo y me convierta en otro pedazo del humus de la humanidad, cuando en mi memoria brinden solo las sombras, así como hoy, quiero que me recuerdes.

martes, 26 de agosto de 2008

El mal sueño (del que no desperté)

Cabalgando por los sueños
Hacia abismos indescriptibles
Desperté en las horas insólitas de la locura
Desesperado, sin hálito ni voz.

Las telas ásperas, eran la prisión de mi fiebre
la reina del enjambre de las alucinaciones.

Mártir de mi visceral novela
Fui esa noche de verano
Cuando mi frágil conciencia
Rompió en violento llanto.

No alcanzó el fluido
Sentí el latir detener.
Fueron los Cruentos espasmos de adrenalina
Que frenaron mi palpitar.

lunes, 18 de agosto de 2008

balanza

Mi alma pesa menos
Que la palabra que la encierra
Flota en la vergüenza
De los ojos que no entienden
Los cuerpos, huecos vacilan.
Se chocan las curtiembres
Que ya no sienten
Solo caminan
Y vos me ves
en la oscuridad brillar
mientras fumo
no soy yo
es mi alma
que pesa menos
que la palabra que la encierra
pero es más
de lo que todos alrededor
pueden dar
en este maldito lugar.

viernes, 25 de julio de 2008

Entrevista entre cristo y el che

Por una razón lúdica no se dirá quien es el entrevistado y quién el entrevistador. Muchas gracias.


C:¿Cual fue la razón por la que decidiste emprender tu cruzada?
C: Era joven, tenia ideales, veía que las cosas estaban mal, un mundo cargado de violencia, de opresión. A la riqueza y el poder distribuido en muy pocos. Creí que podía ser la voz de un cambio.

C: ¿Por qué crees que fracazaste?
C: Mira, tal vez en su momento deje que me llenaran el pecho y la cabeza las voces de los demás. Confíe demasiado en los otros y bueno así me fue. Los vivos de siempre que se cuelgan y que me usaron y hoy todavía me usan para sus propios intereses, para llenarse los bolsillos. Fui un poco inocente creo.

C: ¿Pensás que valió la pena?
C: Ja, ja, ja..y mirá todavía veo almanaques y remeras con mi cara..así que te darás cuenta que no ja, ja, ja..no cambió nada amigo. El monstruo nos comió a todos.


C: ¿Cómo recordás tu muerte?
C: Creo que la recuerdo como una traición.


Fin de la entrevista.

sábado, 19 de julio de 2008

Mismas lógicas.

Necesito una idea para escribir. No se me ocurre nada de nada. A lo mejor esto sea una buena oportunidad para que aprenda a escribir sin mirar el teclado. De hecho, en este momento estoy tratando de hacer eso. Sé que hay ciertas lógicas que me permitirían escribir con mayor velocidad que la que escribo. Apoyar los dedos índices en las teclas F y J es una opción. Ambas tienen un relieve sensible al tacto para darnos cuenta que estamos situados en esa parte del teclado. Pero ¿Saben qué? Me cansé. Me cansé de que todo tenga que hacerse de una sola manera. De que todo tenga una sola solución. Hasta lo más simple tiene que ser estructurado y vulgar. Hasta estas rayitas rojas del Word que me indican que me equivoque. ¿Acaso no puedo escribir con faltas? ¿Me hace menos inteligente? ¿Qué no importa entonces, bajo este juicio, el contenido de las palabras; si no su apariencia? Me niego a pensar que todo se rige bajo estas normas. No hablo de un libertinaje ni de una anarquía porque dichos opuestos no son más que fantasías del ego humano. En realidad me refiero a que de vez en cuando me aburro de la rutinaria manera de desenrollar el hilo de la vida. Me encuentro bajo las meras situaciones que se repiten. Es más, podría jurar que quejarme de la monótona situación no es otra cosa que una de las tantas repeticiones. Es agobiante francamente por momentos. Pero se también que hay instantes cuando no sabemos que hacer con nuestra existencia realmente, donde como náufragos nos vemos en la isla sin posibilidad de ir a otra parte, más precisamente ninguna parte. En esos momentos esta bueno apoyarse en alguna lógica, quizás algún relieve sensible al alma que nos diga donde estamos parados.

domingo, 13 de julio de 2008

Fichas.

Fue realmente idiota pensar que a la distancia podíamos querernos. Pero de hecho ese nunca fue el problema. El problema era que la distancia cada vez se achicaba más, junto con el tiempo y la espera, y tu amor no crecía a la par. La diferencia horaria hizo que vos te dieras cuenta primero que yo. En realidad había más que diferencias horarias y distancias entre nosotros. Por alguna razón extraña yo di con voz. Es que el destino a veces en su aburrimiento desparrama sus fichas y las mezcla. Y cosas que por principios jamás deberían pasar, pasan; y las consecuencias son esto, soy yo tratando de escribir para luego entender, sos vos en tu mundo apenas recordando como me llamo (no sé si supiste alguna vez como me llamaba), fui yo alguna vez esperando que llegaras, esperando junto al teléfono, fuiste vos advirtiéndome lo peligroso que era tener tu corazón en mis manos, un corazón inquieto que saltaría en cada latido a otro lugar. Era yo intentando de ser alguien que no sabía ser, eras vos creyéndote mi muy mal actuado papel, creyendo ver cosas en mi que no existían, y yo tratando de sacar de vos algo bueno para mi. Caigo en la cuenta que éramos dos egos a la distancia, grandes masturbadores de sentimientos. El destino fue prudente y ordenó las fichas nuevamente cada una en su lugar. Vos allá, Yo acá.

viernes, 4 de julio de 2008

Febrero (segunda parte)

Irene hacía dos meses que ya no vivía conmigo. Era una despedida que había empezado mucho antes pero se dilataba siempre y nos dejaba el mal sabor de idas y venidas, una fama de nómades. Luego, el cordel se fue cediendo de a poco hasta que hubo un vago recuerdo del nudo. Ese día no durmió en mi cama y de un portazo se llevo sus discos de Dylan. De todas formas ella me había dado un diagnóstico severo tiempo atrás de cómo venían las cosas, pero como otras veces, rumiaba la idea pero jamás la tragaba. En cierta forma estaba listo, desecho pero listo. Di vuelta algunos portarretratos y puse un disco de floyd que a pesar de todo era un lugar a donde podía disimularme. Siempre fuimos distintos. Ella odiaba floyd y que no le prestara atención a su ropa nueva. Yo detestaba a Sabina y que se tomara tan en serio la vida. Pero teníamos piel. A su ritmo las cosas se fueron amalgamando, ya estaba lejos. Pero llegó Febrero, el que nunca trae buenos augurios. Fue año bisiesto y no hay nada de superstición en eso pero el mundo se mueve diferente y nosotros encima también. Yo jamás confiaba en febrero. De apoco esos momentos que las canciones ya no encierran ni los portarretratos, reaparecían. Afloraban desde la almohada como la humedad de febrero del piso. Gimoteaba mirando el techo. Me hacia acordar a los atolones. Como esos corales, tardaban meses en apilarse uno tras otro, formando una pequeña montaña. Luego salía a la superficie y se podía ver desde lejos como una isla. Y pensaba en ella jugando conmigo en el pasto, la noche en el entrepiso del ascensor, como fastidiábamos al encargado con nuestras historias de perdidas de gas que no existían. Como le había robado un beso en el portón de su casa. Tenía puesta una camisa a lunares esa noche. Ella era un atolón. Perforándome de apoco para salir a la luz. Sublimándose de mi yo. Ya no podía esconderse porque el rumor de su voz lo sitiaba cuando menos podía defenderse, cuando no estaba sobrio, en los sueños que la madrugada húmeda evocaba y enredaba en su mente como las sabanas pegostiosas a sus piernas; para colmo el ventilador balbuceando lentamente. Todo era un presentimiento de que febrero bisiesto iba a ser largo para no dormir.

jueves, 3 de julio de 2008

Febrero (primera parte)

Sería su primer verano totalmente solo en su casa. De hecho había planeado mucho acerca de ese momento. Ya imaginaba terribles fiestas, con personajes que vería por única vez en su vida y un desorden brutal que le llevaría el resto del mes componer. Pasearse casi desnudo por el living sosteniendo el control remoto y una cerveza, almorzar a las 9 de la noche tal vez; esas cosas que se convierten en aburridas a los pocos días. Se sorprendió de lo rápido que traiciono su concepto de unas vacaciones feroces, quizás fue por quedarse sin ropa limpia en tan poco tiempo o el ver las plantas morirse junto a los apilados platos sucios. Pero tuvo un ataque de responsabilidad, o una especie de paternalismo consigo mismo (lastima, para ser sincero), y se dedicó a probarse que podía no depender de nadie ni de nada. No incluyó las noches de monitor y whisky convertidas en rutina, eran su escape desde hace mucho tiempo. Llegaba de la calle empapado de ciudad y se sentaba a revisar mails y hablar un poco con esos que hace rato ya no veía porque la vida se la estaban chupando de a poco. Abría la botella junto a los parlantes y preparaba escoses, las noches livianas, y on the rock las más jodidas. Allí, donde sabía que solo no podía consigo mismo, con los fantasmas de su ex que el fingía no escuchar, y el callo de no saber que mierda haría con su vida cuando pasara febrero, ese que despiadadamente tuvo las madrugadas más febriles que imaginó alguna vez.

lunes, 16 de junio de 2008

De cómo aprendí a andar en bici...

Tenía 5 años. Usaba una bicicleta aurora color verde con rueditas que se había convertido en el terror de mi vecina que a escobazos me echaba cuando derrapaba en su vereda. Hasta que un día mientras miraba en la tele a los pitufos tomando chocolatada vi un comercial de montain bike. Fue un flash. Decidí que era momento de dar un paso más, hacerme hombre, afrontar los miedos e introducirme al mundo del equilibrio. Tenía que ser como esos chicos que usaban solo dos ruedas. Mi viejo estuvo de acuerdo en que ya era tiempo. Tomó la francesa y literalmente arrancó las rueditas del cuadro. Y ahí empezó la odisea. Cada 6 baldosas me daba la trucha contra la vereda. Mi vecina me miraba detrás del portón riéndose, abrazada a su escobillón, relamiéndose. Pero yo no me iba a dar por vencido, iba a aprender a andar así tuviese que usar pitucones en las rodillas hasta cuando usara bermudas. Creo que fue en el decimoquinto intento cuando apreté con fuerza el manubrio, puse mi pie sobre el pedal, me limpie la sangre de la nariz y como se deben haber sentido thelma y Louis cuando saltaron al vacio me mandé. Era increíble, me vi por primera vez manteniendo una línea recta con mi aurora verde, sintiendo al viento en la cara que me vitoreaba. Desde ese momento supe que habría nuevas emociones, nuevos sabores, nuevas experiencias pero nada superaría a mi viejo aplaudiéndome y a la vieja de a lado mordiéndose su delantal para no gritar de la rabia.

Maximiliano Pugliese

Memoria Periódica (Cuento)

Desperté, como hace semanas atrás, de un modo particular. Hoy por ejemplo no recuerdo que es una fecha. No es que olvide que fecha es hoy, no la entiendo sencillamente. Miro el calendario (eso si lo entiendo por ahora), pero como quién observa jeroglíficos egipcios. Así que no sé decir con exactitud cuando nací, que edad tengo, o una cosa más simple como si por ejemplo hoy debo ir a trabajar. Pero de todas maneras no me aterra. Hace más o menos 3 días (me gustaría precisar la fecha pero no puedo), desperté sin poder recordar nombre. Eso es algo que no genera ningún problema en la buenos aires actual donde con decir “che” o “boludo” alcanza para llamarle la atención a una persona, pero cuando subís a un taxi y necesitas llegar a una calle se vuelve un trámite complicado. Me quedé mirando por el espejo retrovisor al taxista, mudo, tratando de explicarle con muecas y señas que quería ir a Honduras y Escalabrini Ortiz. Tuve que bajar y volver a mi casa caminando. Debo admitir que es una manera especial de romper mi rutina, un desafió diferente cada día, porque cada día olvido una cosa nueva pero conservo las anteriores y así sucesivamente. Unos días atrás, creo que fue cuando descubrí mi perdida de memoria periódica, no recordaba como caminar. En una secuencia de tres pasos que incluyen apagar el despertador, salir de la cama y erguirme, terminé con la nariz contra el modular. Volví a enderezarme como un suricato pero al instante, cuando di un paso al frente, me vi abrazado al perchero. No tuve más opción que reptar hasta el baño, del baño a la cocina y de la cocina al trabajo. Estoy aprovechando este descuido de mi lucidez para escribir estás memorias (paradójicamente), porque talvez luego de mi siesta no recuerde como escribir, o tal vez más trágicamente como despertar.


Maximiliano Pugliese.

viernes, 13 de junio de 2008

Morir de felicididad / Vivir de la tristeza.

Antes de que leas este relato con la morbosidad e impaciencia característica de quién lee una nota de suicidio con el muerto tibio aun apretándola o el libro “Crónica de una muerte anunciada” (Querer los detalles de la muerte de Santiago Nasar, eso es de cruel y sádico quiero decirlo pero me declaro culpable), Debo dar aviso de que esto no es más que una reflexión; así que tu sed de amarillismo deberás saciarla en el noticiero talvez, pero aquí no. Ergo, prosigo. Lloramos cuando nos duele el alma. No sé que es específicamente que te duela el alma, pero es así. El pecho se empieza a compungir y nos da un espasmo de lágrimas. Nos drenamos penas, lavamos tristeza. A veces ayuda. En ocasiones la alegría se roba el melodrama. Nos emocionamos. Invade un calofrió que deviene en llanto. Un hermoso llanto. Porque no es amargo, es la sal más dulce. Es menor. Quizás nos pase solo dos veces en la vida. Somos dichosos cuando superamos ese número. Deberíamos considerarnos afortunados. Pero cuando naturalmente esto no ocurre y la pena nos congestiona pero en demasía, hablo de encontrar a lo cotidiano un fastidio insoportable, ver nuestro reflejo y hastiarse; tomamos ciertas decisiones. Morir de felicididad o vivir de la tristeza. No es fácil. Es de esas decisiones que se vuelve una cruz en poco tiempo. Porque como quien decide retirarse a tiempo de una ruleta para disfrutar lo poco que ha ganado o lo mucho que no le han quitado, hay quienes se quedan hasta la última consecuencia; talvez como un acto de orgullo o de penitencia. Tomemos a los samuráis. Enterraban una daga viéndose caídos, para irse con dignidad. Creo que queda a conciencia de cada uno saber elegir el momento para partir. No olvidemos que a veces lloramos de felicidad. En el momento de mayor plenitud, de felicidad absoluta (lo que nosotros consideremos que es nuestra felicidad absoluta) como un Samurai, retirarse dignamente sería una buena opción.

Maximiliano Pugliese.