domingo, 1 de marzo de 2009

Los castillos de palabras (cuento)

Alguna vez habían visto hacia el mismo destino. Era algo parecido al amor, pero más real que eso. Todo sin haberse visto a los ojos alguna vez. En cierto modo eso lo hacía especial. Él confiaba que no era lo primordial tenerse el uno enfrente del otro (al principio). “Muchos que gozan de esa suerte no sienten nada” se citaba. Tenía un tinte romanticista, como las cartas de antaño. Habían construido con las palabras una suerte de código y para él que desde chico entendió del conjuro que encerraban las mismas (por eso era redactor) eran mucho más que caracteres muertos en una hoja.

Tenían mucho valor para él . Talvez ese fue el error.

Cuando se hacían las once aproximadamente, acudían a la cita que siempre se extendía hasta que empezaba a clarear. Se contaban pedazos de sus vidas, después un poco del día a día y terminaban en divagues y absurdas historias ficticias acerca de ellos. Era la mejor parte. Ellos seguramente hablaban de muchas cosas con otras personas pero eso solamente era de ellos. Hubo una noche en la que los juegos de palabras fueron corriendo los márgenes y casi embriagado por las sensaciones él le dijo lo que sentía por ella (muy solapadamente) y ella sin tapujos dijo “yo también”. Cuando ya se habían prometido demasiado para saciarse solo con los ojos (ya todo era literal y parecía transpasar el vidrio) decidieron que era el momento de encontrarse y ponerse a prueba. Tenían que saber si solo funcionaban en oraciones.

Cuando llegó el día jamás lo supieron. Tal vez fue por miedo. Las palabras son muy fuertes, los hechos a veces no llegan a igualarlas. Entonces él decidio escribir por los dos la última pagina. Citándose nuevamente

“Podés sentir pena por quién fracasa, solo lastima por quién no se atreve”

Fin.