lunes, 27 de abril de 2009

Plush rosa (para una cala)

Me voy, y no puedo llevarte

No es más tu suspiro el vendaval

Que vuela de mis pies el barro.

Brindamos esa vez

Un licor sanguíneo

De tu copa quebrada

Que mil labio cortó.

te vi triste en una estación

Aunque tu corazón late aun

Solo por costumbre.

El tiempo a veces perdona

Ya tropezaré con otras piedras

Usando siempre el mismo pié.

lunes, 20 de abril de 2009

De viejos amores malos sabores.

Afuera llueve. No es noche para dormir solo, tampoco para rememorar pero a veces con eso alcanza. De a ratos miro la cascada que cae de las tejas y escribo con el dedo anagramas de nuestros nombres en la ventana que da a mi jardín. Preferiría no pensar que estás haciendo, pero las gotas cayéndose de las nubes son algo que me deprime; tanto como vestirme de gris. Por momentos te imagino durmiendo (tenés perfil de cliché para dormir con el ruidito de lluvia) . Después me vuelvo más pesimista y te veo entrar a un hotel de la mano de alguien apurada para no mojarte; por último mirando la ventana y escribiendo anagramas de nuestros nombres. Después me duermo pensando que soledad es una palabra muy grande y que algún día podríamos compartirla.

Las reglas básicas para escribir un blog


1- Asumir que no somos escritores, aunque sea en la intimidad.

2- Escribir de forma clara y concisa (como si el delete no existiese).

3- Nunca pretender que nuestra versión del Ulises de Joyce compita con youtube. Escribir cosas cortas.

4- Media taza de ficción, media taza de nuestra propia vida (cambiar los nombres por otros ficticios. nudo y desenlace a gusto)

5- Plagiar a Cortazar solo lo suficiente (como este ejemplo)

6- No prestar demasiada atención a mis consejos.

domingo, 1 de marzo de 2009

Los castillos de palabras (cuento)

Alguna vez habían visto hacia el mismo destino. Era algo parecido al amor, pero más real que eso. Todo sin haberse visto a los ojos alguna vez. En cierto modo eso lo hacía especial. Él confiaba que no era lo primordial tenerse el uno enfrente del otro (al principio). “Muchos que gozan de esa suerte no sienten nada” se citaba. Tenía un tinte romanticista, como las cartas de antaño. Habían construido con las palabras una suerte de código y para él que desde chico entendió del conjuro que encerraban las mismas (por eso era redactor) eran mucho más que caracteres muertos en una hoja.

Tenían mucho valor para él . Talvez ese fue el error.

Cuando se hacían las once aproximadamente, acudían a la cita que siempre se extendía hasta que empezaba a clarear. Se contaban pedazos de sus vidas, después un poco del día a día y terminaban en divagues y absurdas historias ficticias acerca de ellos. Era la mejor parte. Ellos seguramente hablaban de muchas cosas con otras personas pero eso solamente era de ellos. Hubo una noche en la que los juegos de palabras fueron corriendo los márgenes y casi embriagado por las sensaciones él le dijo lo que sentía por ella (muy solapadamente) y ella sin tapujos dijo “yo también”. Cuando ya se habían prometido demasiado para saciarse solo con los ojos (ya todo era literal y parecía transpasar el vidrio) decidieron que era el momento de encontrarse y ponerse a prueba. Tenían que saber si solo funcionaban en oraciones.

Cuando llegó el día jamás lo supieron. Tal vez fue por miedo. Las palabras son muy fuertes, los hechos a veces no llegan a igualarlas. Entonces él decidio escribir por los dos la última pagina. Citándose nuevamente

“Podés sentir pena por quién fracasa, solo lastima por quién no se atreve”

Fin.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Te estoy viendo
Desde mi pequeño lugar
Moviendote con tan poca gracia
Y tan cautivadoramente al mismo tiempo
la taza de café burbujeando
Yendo de aca para alla
En tus manos.
Vestida con un aire serio
Que es un verdadero acertijo para mi timides
Cada tanto escucho a las pequeñas frases dulces
Que brotan desde tu maquina,
Perdiendose entre los recovecos de la oficina
Agriandose con los comentarios de tu custodio mandarin
Al cual se que pronto venceré para llegar a tu corazón,
o al menos cruzarte en la fotocopiadora.


sábado, 22 de noviembre de 2008

La poseída.

Nos impactamos
de una manera dulcemente violenta,
porque nos gustaba volver
a nuestro pasado

de incubo y doncella,
a los pequeños hilos de sangre
corriendo entre los dientes,
y por el jardín merodeando,

esa noche, el lobo
devoró tu vergüenza
y lamió tus heridas.

miércoles, 22 de octubre de 2008

El hombre que se prefirió vivir un sueño:

Él conoció una vez, a la mujer que lo haría feliz. Besó y le hizó el amor a muchas otras, pero jamás pudo estar con la que realmente le importaba. Estaba ahí esperándolo, pero jamás tuvo valor. Los años vinieron. Ella seguía allí a la espera, hasta que obviamente se cansó. Entonces cada uno tomo un rumbo. Cobardemente conoció una mujer que lo hacía sentir vacío y triste, pero con quién por lo menos no se sentía solo. Formó su propia familia a la que nunca pudo darle amor, solo un miserable cariño que fabricaba día a día. Ella todavía seguía ahí esperándolo, en su cabeza, en lo hondo de su pecho. Cuando terminaba de hacer el amor con su esposa, ella aparecía a hurtadillas por detrás de su oído y le susurraba que se durmiera repitiendo su nombre, entonces el se entregaba a sus brazos. En los sueños él si iba a su encuentro. Se besaban desenfrenados. La tomaba del cuello con las manos, apretándola contra sus labios, con una pasión que nunca había sentido antes. Sentía su perfume, o por lo menos el aroma que imaginaba para ella. Después mirándola a los ojos en el momento en que culminaba su fuego, despertaba. Así fueron sus años. Esperaba la noche para el reencuentro. En ocasiones, le parecía una eternidad esperar el anochecer por lo que adelantaba su reunión en siestas. Eran fugaces, pero un hermoso aliciente; sobre todo para esas noches en la que ella nunca se presentaba. Despertaba con un mal sabor a decepción, eran días amargos. Un día por fin junto valor. Sabía donde encontrarla. No fueron necesarias palabras. Solamente se miraron como en su sueño. Él la tomo por la cintura y como de adentro de un sarcófago fluyeron años y años de espera. Sintió su sabor, se perdió en su perfume, en el calor de su mano acariciándolo. Cuando todos los refucilos se apaciguaron, se miraron y defraudado no pudo hacer otra cosa que correr. Ya en su casa, se desvistió y tragando dos pastillas encontró el sueño. Y ahí volvió a verla a su amada, perfecta, como el la quería, esperándolo con sus caricias su perfume, sus besos tibios.