miércoles, 22 de octubre de 2008

El hombre que se prefirió vivir un sueño:

Él conoció una vez, a la mujer que lo haría feliz. Besó y le hizó el amor a muchas otras, pero jamás pudo estar con la que realmente le importaba. Estaba ahí esperándolo, pero jamás tuvo valor. Los años vinieron. Ella seguía allí a la espera, hasta que obviamente se cansó. Entonces cada uno tomo un rumbo. Cobardemente conoció una mujer que lo hacía sentir vacío y triste, pero con quién por lo menos no se sentía solo. Formó su propia familia a la que nunca pudo darle amor, solo un miserable cariño que fabricaba día a día. Ella todavía seguía ahí esperándolo, en su cabeza, en lo hondo de su pecho. Cuando terminaba de hacer el amor con su esposa, ella aparecía a hurtadillas por detrás de su oído y le susurraba que se durmiera repitiendo su nombre, entonces el se entregaba a sus brazos. En los sueños él si iba a su encuentro. Se besaban desenfrenados. La tomaba del cuello con las manos, apretándola contra sus labios, con una pasión que nunca había sentido antes. Sentía su perfume, o por lo menos el aroma que imaginaba para ella. Después mirándola a los ojos en el momento en que culminaba su fuego, despertaba. Así fueron sus años. Esperaba la noche para el reencuentro. En ocasiones, le parecía una eternidad esperar el anochecer por lo que adelantaba su reunión en siestas. Eran fugaces, pero un hermoso aliciente; sobre todo para esas noches en la que ella nunca se presentaba. Despertaba con un mal sabor a decepción, eran días amargos. Un día por fin junto valor. Sabía donde encontrarla. No fueron necesarias palabras. Solamente se miraron como en su sueño. Él la tomo por la cintura y como de adentro de un sarcófago fluyeron años y años de espera. Sintió su sabor, se perdió en su perfume, en el calor de su mano acariciándolo. Cuando todos los refucilos se apaciguaron, se miraron y defraudado no pudo hacer otra cosa que correr. Ya en su casa, se desvistió y tragando dos pastillas encontró el sueño. Y ahí volvió a verla a su amada, perfecta, como el la quería, esperándolo con sus caricias su perfume, sus besos tibios.